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Por Cintia Yanil Usuna. Estudiante de la Licenciatura en Trabajo Social (UNAJ).
“No hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos.”
Eva Perón
Escribiendo este articulo ya en el segundo semestre del 2020 viviendo un hito histórico como lo es una pandemia, es cuando esta tensión entre la desigualdad visible y la igualdad invisible sea hace más palpable, más perceptible. Quizás rápidamente desde saberes en común y de las pisadas en territorio nos adentraríamos a corregir esta conjugación de palabras. Sin embargo, lo disruptivo de esta pandemia reside en que visibilizó la desigualdad social y la expuso ante los ojos de toda la sociedad, puso sobre el tapete a los excluidos del sistema, a los vulnerables, los desprotegidos frente a una sociedad que cuenta con grandes índices de indiferencia e insensibilidad social.
Las recomendaciones médicas y gubernamentales para evitar el contagio del virus chocaron de frente con la realidad: el lavado de manos se dificulta para aquellos que no tienen acceso al agua potable, la educación a distancia vía remota evidencio que el acceso a la conectividad no es para todos, el “quédate en casa” mostró el alto nivel de trabajo informal, precarizado y las cifras altas de hacinamientos en hogares porque las familias no tienen la posibilidad de la vivienda propia.
Nuestra mirada a veces sesgada tiene la cualidad de generalmente no detenernos a pensar desde la igualdad sino que lo hacemos desde lo desigual. Percibimos al otro como carente “de…” para llegar a “ser…” como si fuera un ser incompleto, truncado, fragmentado y allí reside muchas veces la imposibilidad de una transformación social con bases en la ampliación de derechos. Porque habitualmente si bien las intenciones pueden ser validas nuestro posicionamiento para operar es errado, no solo basta con estar en la comunidad, es necesario ser parte de la misma con pasión por una reforma, pasión por un cambio de paradigmas: una muerte al “yo” para que nazca el “nosotros”. Necesitamos imperiosamente poner un cese a la indiferencia e insensibilidad social, que son las expresiones de una desigualdad legitimada.
Como esta expresado en nuestra Constitución Nacional y en la Declaración Universal de Derechos humanos todas las personas tienen una única e idéntica naturaleza, una dignidad esencial. Por consiguiente la desigualdad no se repara desde las carencias, con lo expuesto no me estoy refiriendo a negar las carencias eso seria una verdadera torpeza, ya que ellas son los indicadores de la desigualdad imperante. Sino más bien de desandar un camino que propicie la tan ansiada transformación social desde la dignidad propia del ser, partiendo desde la premisa de que toda vida tiene valor y el derecho incuestionable a la vida digna. Estoy hablando de ese derecho a la equidad que se ha hecho invisible desde tiempos inmemoriales, esa es la igualdad sabida por muchos pero no practicada. Este cambio de perspectiva requiere un compromiso desde lo social e institucional como así también de nuestras propias percepciones, creencias y hasta motivaciones. No desatendiendo las cuestiones urgentes pero sí pensando hacia un futuro de justicia, igualdad y equidad.
La tarea de eliminar la desigualdad no es una tarea sencilla ya que llevamos décadas como sociedad de desconocimiento de derechos adquiridos que nos ha conducido a una falta de derechos generacional. Ese desconocimiento que se hereda en cada nueva generación es la que impide que ese ser, ejerza su derecho a ser oído, a ser protegido, a ser contemplado no solo por el Estado sino también por la sociedad misma. Porque ignorar un derecho me quita la capacidad de ejercerlo. Allí es donde la tarea del trabajador social nos interpela para qué ser repadores de esas injusticias, siendo verdaderos protagonistas en la transformación social. Proyectando nuestra labor siendo conscientes de cada conquista de derechos, ampliando otros, siempre pensando en el bien común, sabedores de realidades pero siempre con la esperanza de que es posible una nación que no se doblega frente a la desigualdad.
Universidad Nacional Arturo Jauretche
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ISSN 2545-7128