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epistemóloga Denise Najmanovich

— Nota publicada el 9 de agosto de 2016—

“Necesitamos producir otras formas de construcción de sentido y de prácticas de salud”

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La doctora Denise Najmanovich, epistemóloga y profesora de la Maestría en Psicología Educacional de la Universidad de Buenos Aires y del Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Entre Ríos, analiza conceptos como autoorganización, interacción y sistemas complejos, relacionados con las redes de salud. Estas temáticas serán el eje de trabajo el próximo viernes 12 de agosto a las 9 hs. en el hospital “El Cruce” de F. Varela, enel marco de la Diplomatura Superior en Redes del Instituto de Ciencias de Salud de la UNAJ.

“Será un taller para promover el pensamiento, compartir, dialogar, en la medida que nuestra formación profesional nos permita porque romper con esta mirada totalmente compartimentada que ve por un lado la fisiología, por otro, la anatomía, por otro la farmacología, cada una separada como si no tuviera nada que ver una con la otra, al igual que el pensamiento de la atención de la salud que está compartimentado en especialidades”, describe Najmanovich y hace énfasis en la “complejidad, un término que viene del latín complexus, que significa trama, red, para religar aquello que fue disociado”.

En sus trabajos plantea la perspectiva de la autoorganización desde la cual es posible romper con el dualismo para trabajar sobre la idea de interacción y sistemas complejos. ¿Cómo se piensa esta concepción en un sistema de salud que se caracteriza por ser hospitalocéntrico, que trabaja sobre dualismos como enfermedad-salud, asistencia-prevención, hospital abierto o sin participación con su comunidad?

En la medida que todo el sistema está compartimentado, este trabajo de reorganización es evidentemente muy complejo. Por un lado hay cuestiones claves que tienen que ver con volver a priorizar la atención primaria. Porque el modelo hospitalocéntrico tiende a valorizar y privilegiar la complejidad como una cuestión de técnicas, de aparatos y de tipo de intervenciones y no por la relación humana. Entonces el término “complejo” en salud está bastante mal utilizado. Más bien los centros de atención en complejidad no reconocen este lugar del encuentro humano y de la necesidad de un abordaje multidimensional sino que tienden a privilegiar la complicación de los nuevos modos técnicos de la atención de la salud.

Con esto no quiere decir que uno vaya a estar en contra de ciertos desarrollos de la tecnología pero en muchos casos, porque el negocio proviene de la venta de tecnología, se privilegia justamente aquello que da más ingresos económicos a las empresas aún cuando es lo que menos beneficia a las comunidades. Contrario a esto, planteamos una mirada donde claramente buscamos un privilegio del encuentro comunitario en la promoción de la salud a todos los niveles, tanto en comprender la salud como en la atención y en la formación de salud.

Resulta difícil concebir esta concepción de redes de salud en un modelo que debe interactuar entre niveles de complejidad que dependen de distintas jurisdicciones. ¿Cómo se piensa en redes desde este sistema descentralizado?

Me gusta este planteo que “resulta difícil verlo” porque efectivamente nuestro modo de construcción tiene que ver con una invisibilización de aquellas cosas que ya se están haciendo. Hay gente que viene trabajando desde la perspectiva de la complejidad y de redes desde hace muchísimos años. Esta mirada no es nueva. Yo podría llevarte en la historia hasta Hipócrates, que tenía una concepción de la salud mucho más social que la que tenemos desde que la Medicina ha pretendido ser una disciplina científica. Estas prácticas de salud y estas relaciones están desde hace muchos años construidas en distintos abordajes. Por ejemplo, la Sociedad de Pediatría ha tenido un área social donde ha fomentado la posibilidad de comprender la atención, particularmente de los niños, tratando de construir puentes entre distintas instituciones como puede ser el club, la escuela, el juzgado. Y estos son trabajos inter y trans disciplinarios que vienen desarrollándose desde hace mucho pero que precisamente, como el sistema no los promueve, los invisibiliza.

El hecho de que sean invisibles en muchos casos es un beneficio porque si se visibilizara todo lo que se está haciendo, ciertas jurisdicciones tenderían a limitarlo o impedirlo. Por eso también es muy interesante desde qué lugar nosotros estamos promoviendo este enfoque. Pero sin intervenir en muchos casos en cuestiones que tienen que ver con la manera de crear puentes entre situaciones que son problemas de salud relacionados con la escolaridad, relacionados con los problemas familiares, dentro de determinados contextos y comunidades. Hay un ejemplo precioso de un colega mío que trabajó en la problemática sobre anorexia con una chica que vivía con su madre. Era una situación muy delicada porque la anorexia entraba en un círculo vicioso cada vez que salía de las internaciones y volvía a la casa. Finalmente los que aportaron para la resolución del problema fueron los miembros de la hinchada de Vélez, de donde era su papá, que había fallecido, pero mantenían una relación de cariño por ser del barrio. Ellos colaboraron con esta familia para promover una relación más saludable con la comida, con la vida, desde el cuidado, el cariño, el apoyo. Esta fue una intervención que hizo un médico pediatra desde un hospital conectándose con la familia a través de asistentes sociales, saliendo él mismo del consultorio.

¿Cómo se relaciona este intento de construir puentes con la autonomía? ¿Hasta dónde se puede en este sistema de salud, que se caracteriza por funcionar desde compartimentos estancos, trabajar desde concepciones como límites y autonomía?

El tema es cómo nuestra cultura concibe los límites. Cuando planteaba esto del médico que salió del hospital, es porque él mismo suele concebirse como atornillado a su escritorio o consultorio. Pero no es que efectivamente lo esté, sino que existe un imaginario que impone esta mirada. Al mismo tiempo, la vida promueve y genera muchas otras posibilidades que en muchos casos sí son tomadas por los profesionales, por la gestión, con una activa participación de la comunidad. Entonces existen muchas otras posibilidades que se van dando. El límite no es algo que está ahí sino que es algo que coproducimos con otros en nuestro accionar. Por eso la noción de autonomía también cambia.

Nuestras creencias sobre las cuales fuimos formados y también sobre las cuales el concepto de salud fue estructurado, es que somos seres independientes como átomos, cada uno en su propia esfera. Y esto la ciencia contemporánea prácticamente lo ha demolido. Desde la concepción del ser humano como un ser afectivo empático donde esta regulación corporal y de la salud no es una función de un individuo aislado sino una función que se va gestando y se regula en el colectivo y en los intercambios. Que esto no llegue a la formación profesional tiene que ver con el modelo de compartimentarización. Aunque hoy tenemos más que suficiente desarrollo de muchas investigaciones como para empezar a generar otros abordajes, otras producciones. Para esto por supuesto es necesario una interacción mucho más sostenida entre los ámbitos de atención de la salud con los de formación, con las asociaciones comunitarias, con las propias áreas de investigación.

La metáfora de tender puentes a veces la uso pero hay que utilizarla con mucho cuidado. Tender puentes es apenas un primer paso cuando partimos desde un sistema que está descuartizado porque si sólo hacemos eso vamos a terminar construyendo un Frankenstein. Lo que necesitamos es dejar de disociar lo que hemos separado y producir otras formas de construcción de sentido y de prácticas de salud.

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