Por Fernando de la Vega, estudiante de trabajo social de la Universidad Nacional Arturo Jasuretche. Escrito durante el 1er. cuatrimestre de 2016, para la materia Antropología, Profesora Illana Reck.
Nosotros vs los otros
Obsesionado por la otredad, pero con la imposibilidad de tener contacto con un pueblo primitivo, me vi obligado a lanzarme al vacío. Finalmente di con un espacio que entiendo, pertenece sin dudas a un “otro” cultural, pues se desliza sobre la lógica del mito. Levy Strauss dice al respecto: “El problema con el mito es que explica el mundo que lo rodea de golpe, al contrario de la ciencia que lo hace paso a paso”. En mi caso, como miembro del mundo occidental, he sido recurrente testigo de la cultura dicotómica, y a la vez dualista respecto de la ciencia y la religión. Tanto una como otra gozan de una jerarquía legitimada que hasta las enfrenta en debates públicos interminables sobre diferentes problemas. Pero el poder de ambas también depende de la legalidad que le adjudican las propias instituciones representativas de sus saberes y costumbres. Dígase la iglesia católica apostólica y romana para la religión, dígase la comunidad científica para la ciencia.
Sin embargo, este grupo religioso cristiano-evangélico, carece de estas plataformas. Por un lado, su legitimidad institucional-religiosa se encuentra bloqueada, ya que las reinterpretaciones bíblicas y los rituales alternativos que practican, son definidas por la propia iglesia católica como particulares de las sectas, y las sectas representan algo así como la marginalidad religiosa. Por otro lado, este grupo parece haber renunciado por completo a cualquier tipo de diálogo con las ciencias, ni siquiera con aquellas que forman parte de su propia cotidianeidad como la medicina. “Todo es obra de Dios, y él decide quien sana y quien no” son declaraciones que pueden escucharse a menudo en el diálogo circunstancial con alguno de sus integrantes.
En síntesis, este espacio religioso parece estar en una situación de aislamiento, pero diferente a la que se supone de los llamados pueblos primitivos, porque estos últimos funcionan desde una dinámica hereditaria en los términos en que construyen la realidad y entienden el mundo. En cambio, los cristianos-evangélicos producen un discurso de captación y cooptación para sostener y conservar su grupo de pertenencia. Podría decirse que reconozco mi objeto de estudio como un “otro” o si se quiere, que he provocado un “extrañamiento”. Pero más allá de que sea una cosa o la otra, confío en que la observación participante y el enfoque etnográfico me permitan reconocer las particularidades del propio grupo, así como las equivalencias y diferencias con mi propia cultura. Que la fuerza me acompañe.
Cabe aclarar que las congregaciones evangélicas son múltiples; en el siglo XVI varios grupos protestantes se separaron de la iglesia católica[1] reclamando una libre interpretación de la biblia. En consecuencia, a lo largo del tiempo y a través de interpretaciones y meta-interpretaciones, se han establecido variadas facciones que se diferencian entre sí, ya sea por tipo de gobierno, por estilo de adoración, o por doctrinas secundarias. La elección por acercarme a alguna de esas facciones fue hecha de manera aleatoria.
La primera sorpresa:
“Somos cristianos, una congregación, un grupo de fe; no somos religiosos, la religión divide…” Desde una perspectiva etnológica, es “natural” esperar que muchos de los supuestos con los que se llegan al campo de estudio sufran transformaciones o contradicciones. Si bien no esperaba que esas manifestaciones se revelaran tan rápidamente, haberlos definido como grupo religioso cuando así mismos ellos se definen como una congregación de fe, me posibilitó empezar a reconocer a ese “otro” desde su propia identidad y no a partir de la identidad que yo le otorgaba. Las dos entrevistas no direccionadas que realicé, y aún más importante, la participación como la condición sine qua non del conocimiento sociocultural (Guber, 2001) me permitieron dar cuenta de distintas novedades respecto del objeto de estudio. Pero vayamos al grano.
A Marga, mi informante, la conocía desde antes, de manera podríamos decir ocasional. La verdad es que nunca se me pasó por la cabeza que ella fuese la clase de persona que se inmiscuyera en “prácticas extrañas”. De todos modos, estaba igualmente contento de que ella fuera a ser mi informante y la puerta de entrada al templo, pero tampoco podía dejar de pensar que, ese “otro”, (Marga) hasta hacía poco tiempo era un “nosotros”. Esta situación me recordó una definición del antropólogo inglés Edmund Leach: “Hay una tercera categoría que despierta un tipo de emoción totalmente distinta. Se trata del ‘otro’ que estando próximo es incierto. Todo aquello que está en mi entorno inmediato y fuera de mi control se convierte inmediatamente en un germen de temor”.
“Me acerqué a la congregación cuando mi hermano tuvo un problema de adicción…”
La tragedia personal o familiar es un eje que se repite casi sin excepción entre los integrantes, incluso el pastor confiesa que su conversión al evangelismo tuvo que ver con el excesivo consumo de alcohol. Además, hacia el final del culto, cuando el pastor hace pasar al escenario a varios “hermanos” a quienes uno a uno va tocando en la cabeza, despliega palabras de consuelo a las heridas de las que él ya está enterado de antemano, pues en su relación cotidiana, los distintos participantes le van contando sus desgracias y padecimientos. Así, en tono de alabanza, se escuchan cosas como “Sé que tu tío y tu hermano te protegen desde el cielo” o “conseguirás la fuerza para abrir el corazón de tu hijo, y cuando allí entre Jesús, lo liberará de las adicciones”.
La veracidad de estas historias trágicas se ven claramente en una parte del ritual, donde al dejar que ‘Jesús entre en sus corazones’, les es arrancado el mal de sus almas. En el momento en que esto ‘sucede’ los integrantes de la congregación se tiran al piso de espaldas, mientras un llanto sincero va dejando ver como la expresión de sus rostros reflejan un sufrimiento temerario. Que el dolor aparezca como la fuerza convocante del grupo no es un dato menor: “nosotros vamos a los hospitales porque es el lugar donde más dolor y sufrimiento hay”. El dolor tiene mucha potencia, de hecho existen incontables organizaciones sociales que se constituyeron a partir de este sentimiento profundo, dígase Madres de Plaza de Mayo, Veteranos de Malvinas o Madres del Dolor por nombrar una asociación que porta en su nombre propio la palabra en cuestión. Se podría decir que el dolor te convierte en “otro”, y que las distintas organizaciones que se construyen a través de él, forman parte de la diversidad generada por este fenómeno.
Yo era el otro
Sucedieron dos hechos puntuales durante mi participación en el culto que pusieron de manifiesto algo de lo que no di cuenta hasta repasar los eventos en clase: Yo era el “otro”. Había claramente un “nosotros” al que no pertenecía, y esto quedó en evidencia al momento de recibir el cuerpo de Cristo (el pan y el vino). Marga dijo en voz alta que yo no era bautizado y por ende debía declinar de la participación, lo que me obligó a mentir e inventar un bautismo inexistente para poder pasar más desapercibido y continuar a la par del resto. Más tarde me tocó el turno de pasar por las manos y las palabras del pastor, y tras haber escuchado verdaderos horrores en la vida de los demás, solo recibí una especie de bendición a mi inteligencia, y apenas una advertencia de que había gente que me envidiaba.
Ese contraste entre ellos y yo (¿quién es el otro y quién nosotros?) no solo ponía en relieve la alteridad existente, sino que también dejaba ver, desde una mirada funcionalista, la coherencia interna que el grupo manifestaba a través de su organización de rituales y costumbres.
La iglesia “Catedral de vida” funciona en un barrio muy humilde del partido de Florencio Varela. Las calles son de tierra, y algunos servicios como el gas no se suministran por medio de redes. El lugar físico no es otra cosa que un galpón muy bien acicalado, dentro de un terreno cuyo propietario aún es desconocido para mí. En la entrada todos son recibidos con un beso en cada mejilla a la voz de “que dios te bendiga”. ¿Por qué los dos besos?, el pastor me contesta “Es que Judas entrega a Cristo con un beso, por eso nosotros damos dos”.
Las paredes de la iglesia están prolijamente pintadas de blanco, no hay figuras ni estatuas en todo el salón, porque a diferencia de los católicos, ellos consideran una blasfemia la adoración a imágenes o representaciones de la obra de dios. “Nos tiene sin cuidado lo que la iglesia católica opine de nosotros, ellos dicen que no creemos en la virgen María, pero no es cierto, lo que pasa es que nunca nos vamos a arrodillar frente a una estatua, ellos con esa práctica lo único que están haciendo es enojar a Dios”.
Nosotros y ellos; yo como investigador reconociéndolos como un “otro”; ellos haciéndome sentir a mí un “otro”; Marga que al conocerla parecía ser una cosa y al final era “otra”. Definitivamente un verdadero boliche de la otredad.
“Dios ha puesto la medicina que es una ciencia”
Me equivoqué al pensar que la relación que tenían con la ciencia era autista. Reconocen a los científicos como instrumentos de dios, una jerarquía bastante alta, más allá que el marco de referencia que utilizan para entenderla procede de un terreno fantástico.
En una charla con Marga, le pregunto
–¿Viste que los científicos postulan que la creación de la vida tiene su origen en microrganismos y procesos de evolución ¿Qué pensás de eso, no lo ves como contrario a la biblia?
–No, bueno, pero en la biblia está eso… si uno escucha la palabra de Dios [escrita en la biblia], él dice que uno tiene que buscar sabiduría lo más que pueda. También en Jeremías 33 él [Dios] dice “clámame y te responderé, te enviaré sanidad y medicina” y Dios ha puesto la medicina que es una ciencia. Y también dice, ten ciencia, átala a tu cuello y te hará crecer.
Después Marga hizo una curiosa analogía con las teorías de la física orgánica: “Bueno Dios dice, del polvo venimos y al polvo volveremos, y ahí es cuando nos desintegramos y volvemos a ser tierra otra vez ¿no? Cuando el habla de la formación del feto, dice que te formaste en las profundidades de la tierra, porque el varón y la mujer son tierra”.
En definitiva, aparece en el discurso la relación de respeto de la congregación con la ciencia, la idea de un divorcio absoluto entre ellos no fue más que un preconcepto por el que me dejé llevar antes de relacionarme directamente con el campo.
“Dios nos llama desde temprano”
Por otro lado, lo que sí parece estar evidenciado es un carácter de secta[2], no a partir de la definición de la real academia o la mirada general del sentido común; sino desde la propia mirada etnográfica. “Los que adoran ídolos, los cobardes, los incrédulos; a ellos les tocará el lago de azufre ardiente, que es la segunda muerte”, se puede leer en uno de los folletos de la Iglesia. Cuando fui en busca de entrevistas que me aclararan si se trataba de metáforas interpretables, las respuestas fueron en la misma dirección: “No existe el purgatorio, a Cristo se lo debe recibir en vida, después ya es tarde. Por eso Dios nos llama desde temprano, y por eso nuestra desesperación por que no se sigan perdiendo las almas, porque si las almas no reciben a Dios, están condenadas y sufren en la vida y sufrirán en la muerte, no van a descansar en paz jamás”. Estremecedor.
Y es a partir de este tipo declaraciones que empiezo a identificar esa condición sectarista. Es decir, el “otro” para la congregación sencillamente va a arder en el infierno, a menos que se “convierta”, que forme parte de ellos, que se adecúe a sus interpretaciones irreversibles.
Convirtiendo en familiar la experiencia exótica
A modo de conclusión, puedo decir que la melodía que vine a buscar todavía está incompleta, y que para escucharla deberé seguir entregándome al “ida y vuelta”, y al “bamboleo” permanente con el objeto de estudio. Pero he logrado recoger unas cuantas notas y alguna que otra frase de esa melodía. Una de ellas es la que convirtió en familiar esta experiencia exótica, y se trata de cierto punto de partida, digámosle universal.
Porque al fin y al cabo ¿Quién puede jactarse de ser inmune a los desastres naturales, o sociales, o a la desgracia personal? ¿Quién puede negar que las defensas que poseemos para los peligros de la existencia son por demás azarosas, pues uno no elige ni el cuerpo, ni el territorio ni las estructuras culturales en donde crece?
Es cierto, siguiendo a Levy Strauss, que el mito no se produce por un esfuerzo reflexivo, pero si mediante una creación colectiva. Y las creaciones colectivas protegen y motorizan la existencia, sea en occidente, en el Congo o en el país del no me acuerdo.
Por ahora eso es todo, para el resto de la melodía habrá que esperar.
[1]Se conoce como Reforma protestante, o simplemente la Reforma, al movimiento religioso cristiano, iniciado en Alemania en el siglo XVI por Martín Lutero, que llevó a un cisma de la Iglesia católica para dar origen a numerosas iglesias y organizaciones agrupadas bajo la denominación de protestantismo.
[2]Organización, generalmente religiosa, que se aparta de las doctrinas tradicionales u oficiales [de la Institución religiosa] y toma carácter secreto para los que no pertenecen a ella; especialmente cuando se considera que es alienante o destructiva para sus seguidores. (diccionarios Oxford), https://es.oxforddictionaries.com/definicion/secta