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Por Margareth Velazco. Consultora en Políticas Sociales para la Cooperación Internacional. Lic. en Administración de la Universidad del Pacífico (Perú).

Desigualdades desde el enfoque de DDHH: Una mirada del caso peruano
A la fecha de la publicación de este artículo han pasado más de 6 meses desde que se detectó el primer caso de COVID-19 en el Perú (06 de marzo del 2020). Como muchos medios locales e internacionales pusieron en conocimiento, el gobierno peruano actuó con celeridad para evitar la propagación del virus a través de la imposición de una cuarentena casi total el 16 de marzo, apenas unos días después de conocido el primer caso, y sin víctimas mortales aún.

Las medidas de confinamiento vinieron acompañadas de un paquete económico sin precedentes por parte del Ministerio de Economía y Finanzas y el Banco Central de Reserva del Perú, el cual inicialmente representaba el 12% del Producto Bruto Interno. El plan de estímulo tenía como objetivo asegurar la cadena de pagos de la economía a través de dos canales: por un lado, la garantía de préstamos a empresas y, por el otro, bonos monetarios a personas naturales.

A pesar de las medidas implementadas, 6 meses después, el Perú no es precisamente laureado por su buena intervención. Por el contrario, hacia finales de agosto, el país tuvo la tasa de mortalidad más alta de los 20 países más afectados por COVID-19, según la universidad Johns Hopkins (1). En el plano económico, tanto organismos multilaterales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, así como el mismo Banco Central de Reserva del Perú proyectan caídas del Producto Bruto Interno mayores al 12%. La crisis sanitaria y económica ha tenido fuertes repercusiones en el mercado laboral. Así pues, solo en Lima Metropolitana, durante el trimestre móvil de mayo-julio el empleo cayó 40% con respecto al mismo periodo del año anterior. Es decir, 2 millones de trabajadores dejaron de percibir ingresos para mantener a sus hogares (2).

Expertos locales han dado cuenta de factores que pueden explicar por qué las medidas implementadas no lograron los resultados esperados. Entre esos ellos destacan: las deficiencias estructurales en el sistema de salud, los altos niveles de informalidad laboral (3), la baja bancarización e inclusión financiera, la elevada incidencia de hacinamiento en el hogar, el limitado acceso a servicios básicos como agua y saneamiento, entre otros.

Los factores mencionados son solo una muestra del complejo entramado de carencias y obstáculos que padecen de sobremanera los grupos en especial situación de vulnerabilidad como son las y los trabajadores informales, las mujeres, las niñas, niños y adolescentes, los adultos mayores y los pueblos indígenas andinos y amazónicos del país. Así pues, a pesar de haber alcanzado un crecimiento acumulado de más del 60% (4) en los últimos 15 años, aún existe en el Perú, una profunda desigualdad en términos de desarrollo humano.

El estudio “El reto de la igualdad” (5) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (2019), da cuenta de la multidimensionalidad de la desigualdad abordándola desde un enfoque territorial y de desarrollo humano. En el estudio se evidencia que la distancia entre el distrito con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH) (6) (La Molina, Lima) es 9 veces mayor al del distrito con el menor IDH (Lagunas, Piura). En materia de logro educativo (número de años acumulados), la distancia entre el distrito de mayor éxito (La Molina, Lima) y el de menor (Uchuraccay, Ayacucho) es de 1 a 7, mientras que la diferencia vinculada al ingreso familiar es la que presentó la mayor brecha, siendo esta de 1 a 40 entre los distritos de Lince, Lima (en primer lugar) y Achaya, Puno (último lugar). El estudio también da cuenta de que, mientras que La Molina (1er puesto en el ranking distrital) tiene un IDH entendido a nivel global como “muy alto”; más de 1500 distritos (cerca del 80% del total de distritos del país) viven en un nivel de desarrollo humano que bordea el 0.3, es decir, lo que se interpreta como “muy bajo”.

Las cifras presentadas evidencian que el lugar donde una persona nace o reside (ciudad o campo; costa, sierra o selva; capital de provincia o pueblo del interior) determinan sus posibilidades de movilidad social. Es en ese territorio también que confluyen una serie de mentalidades y culturas de la desigualdad que condicionan aún más las ya limitadas oportunidades de las personas que viven en él, pues en muchas ocasiones, el lugar que ocupa una persona en la sociedad sigue estando determinado por su género, su etnia o la riqueza de sus progenitores (7).

Solo para poner un ejemplo de lo anterior, en el tiempo que vengo trabajando en el ámbito de las políticas sociales en el Perú, he tenido la oportunidad de visitar y trabajar con poblaciones en situación de vulnerabilidad en Loreto. Esta región se ubica en la última posición en el ranking del índice de Densidad del Estado, es decir, el número y la cobertura de servicios que el Estado ofrece en dicho territorio es el más bajo del país. Las oportunidades que allí tiene la población no solo se ven afectadas por su limitado acceso a servicios básicos de vivienda, educación, salud y protección que son fundamentales para su desarrollo, sino que, además, la poca pertinencia cultural en dichos servicios excluye a gran parte de la población que cuenta con una lengua indígena u originaria.

En un contexto como el de Loreto, en el que viven 32 pueblos indígenas y se hablan alrededor de 30 lenguas originarias (8), donde la gente vive hacinada y donde solo 1 de cada 2 personas tienen acceso a agua potable por red pública en la región, no es de sorprender que para la primera semana de setiembre, Iquitos, la capital de Loreto, haya alcanzado un 71% de prevalencia de contagios de la COVID-19 (9), con todas las consecuencias que ello genera.

La desigualdad es un tema que desde hace ya algunos años ha despertado el interés de múltiples actores sociales. En ese proceso de investigar e indagar en los determinantes de un fenómeno tan complejo y multidimensional, muchos estudios han dejado de lado la tradicional forma de analizar la desigualdad desde la óptica exclusiva de los ingresos para dar paso a un enfoque de desigualdad centrado en las personas y las capacidades que estas tienen para ejercer su libertad de ser y hacer aquello que aspiran en la vida. La desigualdad analizada desde un enfoque de desarrollo humano permite comprender cómo interactúan las diversas formas de desigualdad existentes e introduce en el análisis a aquellas nuevas desigualdades que vienen surgiendo de la mano de fenómenos globales como el cambio climático, las migraciones y el avance de la tecnología.

El desafío en el caso peruano es que nuestras políticas públicas incorporen en todo el ciclo de planeamiento estos análisis multidimensionales y centrados en la persona para responder de manera efectiva a las diversas realidades y necesidades de las personas bajo diversos enfoques (territorial, género, interculturalidad, curso de vida, etc.). Al mismo tiempo, en el ámbito específico de la política social es urgente que el Estado priorice el establecimiento de un sistema de protección social que actúe como un mediador en el triángulo “crecimiento-desigualdad” que contribuya a romper ciclos intergeneracionales de pobreza y desigualdad en tiempos normales y que a su vez permita que más ciudadanas y ciudadanos puedan hacer frente a las vulnerabilidades económicas y sociales que se agravan en contextos de crisis como el que estamos viviendo en la actualidad.


Notas

  1. Johns Hopkins University & medicine. (2020). COVID-19 Dashboard by the Center for Systems Science and Engineering (CSSE) at Johns Hopkins University (JHU). Recuperado de https://coronavirus.jhu.edu/map.html
  2. (2020). Situación del mercado laboral en Lima Metropolitana. Recuperado de http://m.inei.gob.pe/media/MenuRecursivo/boletines/08-informe-tecnico-n08_mercado-laboral-may-jun-jul-2020.pdf
  3. En el Perú la tasa de informalidad laboral en 2019 ascendía a un 72% del total de la Población Económicamente Activa. Es decir, 7 de cada 10 trabajadores no están protegidos por derechos laborales básicos, y, en muchas ocasiones, reciben una retribución menor a la Remuneración Mínima Vital.
  4. (2019). El reto de la igualdad: Una lectura sobre las dinámicas territoriales en el Perú. Recuperado de https://www.pe.undp.org/content/peru/es/home/library/poverty/el-reto-de-la-igualdad.html
  5. (2019). El reto de la igualdad: Una lectura sobre las dinámicas territoriales en el Perú. Recuperado de https://www.pe.undp.org/content/peru/es/home/library/poverty/el-reto-de-la-igualdad.html
  6. El IDH es un índice compuesto que mide el resultado promedio en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: una vida larga y saludable, el conocimiento y un nivel de vida decente.
  7. Informe sobre Desarrollo Humano 2019. Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: Desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI. Recuperado de http://report.hdr.undp.org/es/
  8. Base de Datos de Pueblos Indígenas u Originarios del Ministerio de Cultura, que toma como fuente la información de comunidades nativas y otras localidades identificadas por las Direcciones Regionales de Agricultura y el II Censo de Comunidades Indígenas de la Amazonía Peruana del INEI.
  9. Cárcamo, C. (4 de septiembre del 2020). Iquitos sería la primera ciudad del mundo en llegar a la inmunidad de rebaño. RPP. Recuperado de https://rpp.pe/peru/actualidad/cesar-carcamo-iquitos-seria-la-primera-ciudad-del-mundo-en-llegar-a-la-inmunidad-de-rebano-noticia-1290694?ref=rpp

Universidad Nacional Arturo Jauretche
Calchaquí 6200 (1888), Florencio Varela, Pcia. de Buenos Aires, Argentina
Tel: +54 11 4275-6100 | www.unaj.edu.ar

ISSN 2545-7128

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