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Por Nila Chávez (Universidad de Girona) e Iván Carrazco (Universidad Federal Fluminense).

Pandemia y mujeres trans que ejercen trabajo sexual en dos ciudades del Ecuador

Introducción

La Organización Mundial de la Salud -OMS-, en una nota publicada en su página web, con fecha 12 de marzo de 2020, contabiliza 20000 casos y 1000 personas fallecidas por acción del nuevo corona virus SARS-CoV-2 que produce la la enfermedad infecciosa denominada COVID-19. A partir de estos datos la OMS declaró emergencia sanitaria con tipología de pandemia. Entre las principales recomendaciones emitidas están: profundizar la higiene, aplicar medidas de distanciamiento físico y evitar lugares con número alto de personas.

El 16 de marzo de 2020 el Gobierno Nacional de Ecuador declaró Estado de Excepción, con el propósito de contener la transmisión del virus. Entre las medidas adoptadas estuvieron la cuarentena, el toque de queda o lockdown y activar los Comités de Operaciones de Emergencias en varios niveles de gobierno.

Para analizar la situación actual de las mujeres Trans que realizan trabajo sexual en escenario ecuatoriano de pandemia es necesario entender las problemáticas de esta población, afectada por la existencia de visiones normativas de la feminidad y la masculinidad, reguladas por una visión hegemónica que imprime a la cis-normatividad como conducta normalizante tutelando a los cuerpos desde la categoría sexo – género y a las subjetividades desde el deseo, a través de varios dispositivos de poder (VIVEROS, 2004; BUTLER, 2004; FOUCAULT, 1993).

En medio de esa regulación y tutelaje la categoría identitaria “Transgénero” se entiende como una modalidad de paso entre géneros, es decir una figura intersticial y transicional del género normativo (BUTLER, 2005, p. 12) que al subvertir la cis-normatividad frecuentemente es reprimida, medicalizada, gentrificada e inclusive criminalizada.

En Ecuador las personas trans y homosexuales fueron criminalizadas hasta noviembre de 1997 mediante el Artículo 516 del ex-Código Penal con privación de libertad de 4 hasta 8 años (CABRAL, 2017, p. 260). A pesar de haber transcurrido 22 años, las personas trans son frecuentemente discriminadas estructural y sistemáticamente: maltratos, bajas escolaridades y expulsiones de casa son factores que coloca a las personas trans en alta desigualdad económica y social. Según Alves et. al (2014, p. 148) el nexo entre género y vulnerabilidad dentro de la población trans que ejerce trabajo sexual es indiscutible, lo cual se ve radicalizado en medio de la pandemia.

El objetivo de este texto es analizar la situación actual de las mujeres trans que ejercen trabajo sexual en dos ciudades del Ecuador – Quito y Manta – en el contexto de la pandemia, a través de entrevistas a profundidad aplicadas a cinco mujeres trans, trabajadoras sexuales: dos en Quito y tres en Manta. Las entrevistas fueron aplicadas en horarios nocturnos, entre el 12 de abril hasta el 13 de mayo de 2020, mediante diferentes plataformas de reuniones virtuales disponibles en internet de manera gratuita.

Resultados y discusión

Condiciones de vida y económicas

Se encontró que las dos entrevistadas de Quito, migrantes de ciudades de la región costa, ellas viven únicamente del trabajo sexual y antes de la pandemia cobraban entre $ USD 15.00 a $ USD 40.00 por servicio; pero, desde la pandemia bajaron los costos a USD 5.00 y USD 20.00 llegando a producir un máximo de $ USD 80.00 por mes. Las tres entrevistadas de Manta, son oriundas de esa ciudad y su principal actividad económica es la peluquería y el trabajo sexual. Antes de la pandemia el costo del servicio sexual era de entre $ USD 10.00 hasta $ USD 60.00 cuando se promocionan en páginas web o hacen citas privadas. En promedio ellas han reducido sus costos en un 50% logrado recaudar entre $ USD 90.00 a $ USD 100.00 por mes. Las cinco entrevistadas se encuentran en el quintil 1 de pobreza.

El total de entrevistadas afirman que el bajo monto recaudado no es por falta de clientes pues “los hombres están más necesitados de sexo que nunca”, pero si por miedo a conocer a clientes “nuevos y desconfiables” y contraer la COVID-19.

Respuesta política y formas de organización

Las personas entrevistadas coinciden que es urgente el apoyo gubernamental, en especial aquellas que enfrentan grandes problemas de discriminación habitual como las mujeres trans; sin embargo, hasta la presente fecha afirman no contar con apoyo de ningún tipo: ni el bono emergente de $ 60.00 ofrecido por el Gobierno Nacional ni apoyo de los Gobiernos locales:

«[En Manta] el problema central es el alcalde, pues con la campaña #ConMisHijosNOTeMetas ha cerrado puertas a la población trans. Esa campaña a más de ser homofóbica [transfóbica] es hipócrita. Le pido a dios que me ayude, porque hasta ahora no recibí apoyo de nadie; al contrario, yo apoyo económicamente a mi familia” (Parys).

Una realidad un tanto diferente se observa en Quito, pues según las informantes los gobiernos locales y algunas ONG han gestionado kits de alimentos; sin embargo, afirman no ser suficiente, lo que l es ha llevado a implementar estrategias colaborativas, en donde entre sus colegas comparten alimentos, cocinando en una olla común y comiendo una o máximo dos veces por día:

Hay 4 chicas trans en el hotel, y también hay mujeres cis. Entre todas cocinamos y nos ayudamos: una pone arroz, otra unas dos cebollas, otra, atún en lata y así …” (Jassu).

Entre las cinco entrevistadas encontramos dos lideresas organizacionales en Manta y una en Quito; ellas afirman que desde sus espacios organizativos lograron renegociar las tarifas de los hoteles o casas donde viven y trabajan; sin embargo, esas medidas no serán sostenibles en el mediando plazo. Debido a la negación estatal sobre acceso al bono emergente y considerando que se encuentran en situación de vulnerabilidad económica, las cinco entrevistadas afirman haber solicitado varias veces a los distintos niveles de Gobierno la subvención en pago de servicios básicos, dotación de mascarillas, alcohol, preservativos y guantes para en medio de la pandemia ejercer el trabajo sexual de manera “un poco segura”. Sin embargo, no han conseguido resultado alguno.

Todas las entrevistadas afirman haber continuado ejerciendo el trabajo sexual, tener personas cercanas con COVID-19, lamentan haber perdido familiares por esta enfermedad y algunas comentan haber presentado síntomas asociados a la COVID-19; no obstante, ninguna de ellas ha logrado acceder a los servicios de salud pública.

«En el hotel hubo un paciente asintomático, y dio positivo. Luego yo tuve síntomas hace 15 días: diarrea, moquera, cansancio, fatiga; a pesar de eso no me han hecho la prueba ¿Tal vez por ser trans? A más de mi hay otras personas con síntomas en el hotel” (Jassu).

Ejercicio del trabajo sexual y mecanismos de cuidado

Todas las entrevistadas manifiestan tener conocimiento sobre la complejidad y peligrosidad del trabajo sexual en medio de la proliferación del virus. Asimismo, y como se mencionó anteriormente, el ejercicio de su profesión se mantiene pues no cuentan con mecanismos preventivos y sostenidos de protección Estatal, y tampoco con servicios públicos de salud en caso de adquirir el virus; así, la cuarentena, el toque de queda o lockdown y otras medidas preventivas dictadas por el Estado resultan imposibles de aplicar para las entrevistadas, que pertenecen a una población históricamente marginalizada, hace 22 años criminalizada y, actualmente olvidada: una población que vive la desigualdad.

Ellas comentaron algunos mecanismos de protección ideados para intentar evitar contraer el virus: uso de mascarilla, guantes y condón, antes y durante el acto sexual; uso de alcohol en gel tanto en manos cuanto en los órganos sexuales de ellas y sus clientes; negación a besos y sexo oral; evitar caricias; y, trabajar – en lo posible – sólo con clientes conocidos pues ellos les dan más confianza.

Las entrevistadas de Manta afirmaron que a más de estos protocolos están pensando crear trajes especiales con orificios en sus genitales para producir el acto coital. Vale indicar que en la gran mayoría de servicios sexuales ellas desempeñan un rol sexual activo, es decir penetrando a sus clientes, por lo que ellas encuentran factible la creación de ese tipo de trajes que aseguran les facilitará trabajar.

Podemos ver una de las formas de cuidado principal para desempeñar el trabajo sexual en medio de la pandemia está relacionada con el uso de la mascarilla, el alcohol en gel, los guantes y el condón. Sin embargo, se encontró que es frágil el conocimiento que las entrevistadas tienen sobre las formas de prevención y control del virus. Así también, las prácticas de prevención señaladas por ellas son circunstanciales, por encontrarse, en medio de una vulnerabilidad que atraviesa varias intersecionalidades.

Conclusiones

Conforme lo señalado por Alves et. al (2014), podemos exaltar una preocupante relación paralela entre su estudio y las medidas de protección que las mujeres trans entrevistadas han implementado en medio de la pandemia para trabajar con sexo, pues sus mecanismos aún no pueden ser vistos como una tecnología social por cuanto han colocado sobre sus cuerpos medidas y hábitos de cuidado no comprobados como efectivos que inclusive podrían causar más vulnerabilidad a la que históricamente están expuestas.

Cabe entonces preguntarnos ¿Cuál es la moralidad del Estado Ecuatoriano sobre los cuerpos trans que ejercen trabajo sexual? ¿Son los cuerpos trans objetos sexuados que resisten en los márgenes políticos y sociales de la cis-normatividad impresa por las instituciones que miran a esas vidas y, subjetividades, como ‘costos marginales’ de la pandemia? Estas y otras preguntas deberán responderse con estudios sostenidos que viren los ojos para estas poblaciones ‘invisibles’ cuyas categorías de vida ni siquiera constan en las estadísticas nacionales.

Se explicita entonces una dinámica de poder asociada a tecnologías y dispositivos regulatorios impulsados desde el Estado, que con la criminalización de sus vidas – como lo fue hasta el año de 1997 cuando aún se criminalizaba la homosexualidad en Ecuador – y, según FOUCAULT (1993), estaría asociada a la biopolítica. O desde la necropolítica que según MBEMBE (2003) es el dejar morir a esos cuerpos que ‘sin derechos’ se tornan vidas marginales que no deben ni ser muertos, solo que no merecen vivir.


Referencias                                    

  • ALVES, Nélson; BARROSO, Catarina; e dos SANTOS, Bruno. Género e Vulnerabilidade: Intervenção com Travestis em Contexto de Prostituição de Rua”, Capitulo 21. In: Sokolec, Jeanne E. and Dentato, Michael P., «The effect of marginalization on the healthy aging of LGBTQ older adults». Social Justice. 51. https://ecommons.luc.edu/social_justice/51. P 143 – 149.
  • BUTLER, J. 2004. Deshacer el género. Novagràfik, S.L. ISBN: 84-493—1880-7
  • CABRAL, A. 2017. Los fantasmas se cabrearon: Crónicas de la despenalización de la homosexualidad en el Ecuador. Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos – INREDH. Quito, Ecuador. p. 260.
  • FOUCAULT, M. 1993. Historia de la Sexualidad. Siglo XIX. Editores SA. Madrid.
  • MBEMBE, Achilles. 2003. Necropolitics. Public Culture. Durham (NC), v.15, n. 1, p. 11-40.
  • Organización Mundial de Salud. 2020. WHO announces COVID-19 outbreak a pandemic. Disponible en: shorturl.at/kvX08.
  • VIVEROS, Mara. 2004. “El concepto de género y sus avatares: interrogantes en torno a algunas viejas y nuevas controversias”. En Pensar (en) género. Teoría y práctica para nuevas cartografías del cuerpo. Carmen Millán y Ángela Estrada. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá.

Universidad Nacional Arturo Jauretche
Calchaquí 6200 (1888), Florencio Varela, Pcia. de Buenos Aires, Argentina
Tel: +54 11 4275-6100 | www.unaj.edu.ar

ISSN 2545-7128

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